Tía Lola: La mujer que sanó un corazón roto

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A los seis años, Laura quedó huérfana, enfrentándose a una dura realidad. Su madre había muerto durante el parto de su hermana más pequeña, Olguita, y su padre, perdido en el dolor de la pérdida, intentó rehacer su vida demasiado rápido. Sin familia cercana para apoyarlos, las vecinas se encargaron de las necesidades básicas mientras él se adentraba en el bosque para trabajar en la maderera. Pero lo que realmente necesitaba su familia no era un techo o comida, sino un corazón dispuesto a cuidar de ellas.

Así fue como, a través de rumores y cartas, llegó Lola, una mujer desconocida para ellas, recomendada por una tía lejana. Nadie sabía mucho de ella, solo que había sido abandonada por su marido por no poder tener hijos. Lola llegó una mañana como un soplo de aire fresco en la casa, una mujer que transformaba el ambiente con su presencia. En silencio, preparaba tortitas y limpiaba la casa, haciendo que la casa oliera nuevamente a hogar. A pesar de su estricta actitud, la conexión con las hermanas fue inmediata, y con el tiempo, Lola fue más que una extraña: se convirtió en una figura materna.

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Laura, la mayor de las hermanas, no pudo evitar mantener su distancia al principio. Aunque Lola no era la mujer que había soñado para reemplazar a su madre, entendió, con el paso del tiempo, que no todos los corazones rotos se curan igual. Lola cuidó de las tres niñas como si fueran suyas, y Olguita, la más pequeña, nunca llegó a conocer a su madre biológica, solo a Lola, quien la cuidaba con ternura infinita.

Aunque Laura siempre mantuvo una pared emocional, encontró en su futuro la manera de sanar a otros. Se convirtió en matrona, tal vez para redimir la vida que su madre no pudo salvar, tal vez para dar lo que nunca recibió, pero siempre con la lección de que el verdadero amor no se mide en lo que se da por obligación, sino en lo que se ofrece sin esperar nada a cambio. Y mientras su padre recordaba a su madre, Laura aprendió a recordar con gratitud a Lola, esa mujer que sanó un hogar roto y enseñó a una niña a ver la belleza de una madre adoptiva.

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